lunes, 10 de febrero de 2014

La razón sos vos



“Necesitamos cambiarlo de asiento”, dijo una sonriente asistente del escritorio de la aerolínea. Aparentemente una familia había quedado dispersa a lo largo y ancho del avión, razón por la cual yo pasaría a la primera fila del avión, pero sacrificando ventana por pasillo. Pero no me importó demasiado, tanto era mi entusiasmo por volar, literalmente, a su encuentro en el Norte.

Sin embargo, los minutos pasaban, y con ellos, aumentada la ansiedad. Y, de la mano con ella, también lo hacía la preocupación…

¿Qué hago acá, en la sala de pre-embarque un domingo al mediodía, esperando un demorado vuelo a Salta a encontrarme con una mujer que había conocido apenas una semana atrás?
La pregunta volvía cada tanto a rondar mi mente, especialmente después de cada anuncio de una nueva demora.

Mientras crecía el fastidio en la sala, dentro de mí mente germinaban con facilidad las dudas. ¿Me habré apresurado?
Lentamente el murmullo de la sala incrementaba su intensidad, pero abstraído por mis vacilaciones acerca del imprevisto viaje, me encontraba ajeno al hastío imperante.

El objetivo original del retorno al Norte 21 años después de mi última visita, me resultaba claro: “Dejar de pensar”. Contundente, y lacónico a la vez, la primaria razón del escape era, justamente, alejarme de cualquier disparador de esos recuerdos. Y pasar un par de días en Salta, en su compañía parecía una buena manera de lograr mi objetivo.

Súbitamente, el llamado a embarcar tronó en el altavoz. Y con el, finalizó el murmullo disconforme. El vuelo ya era una realidad para todos. Inclusive para mí.

Pero, íntimamente, mis pensamientos seguían indeterminados. Mis tribulaciones se conjugaban con mis dudas acerca del viaje, y el tormento resultante ya me resultaba demasiado….

¿A quién estaba engañando? La única razón por la cual volaba al Norte era para dejar de pensar en vos.